Entre septiembre y octubre te encuentres…

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De niño me emocionaba mucho cuando llegaba el mes de septiembre, ya sabía que de ahí en adelante venían varios puentes y días festivos y tengo que admitir que mi alegría se debía más al hecho de no tener que ir a la escuela, que por un sentimiento patriótico. Para aquellos amigos que no están familiarizados con el uso de la expresión “puente”, aclaro que así nos referimos a las vacaciones cortas derivadas de un día oficial feriado, con paga por supuesto.

Lo interesante de estas celebraciones es que se vienen en cascadas en todo el continente, excepto por Canadá, Estados Unidos y Brasil, pero no porque no les gusten los días feriados, pero simplemente porque sus historias como naciones no son tan similares como las nuestras en Latinoamérica. A partir de septiembre la mayor parte de los países latinoamericanos, empezamos a celebrar los inicios y consumaciones de nuestras independencias o revoluciones como naciones. Unos un poco antes, otros un poco después, pero ¡Ah! ¡Cómo se puso de moda entre 1815 y 1830 el separarnos del imperio Español! Pobre España, ni le dimos chance de un respiro, tan ocupada con los franceses que la invadían y luego con sus constituciones y posteriormente queriendo ser parte del nuevo juego político después de que Napoleón jugó a los soldaditos y a declarar guerras desbaratando todas las fronteras en el “viejo continente”.

Si bien el bonachón y bien intencionado de Simón Bolívar realizó el Congreso Panamericano en 1826 para promover una identidad nueva en el continente, la realidad es que con el paso de los años nos hemos encargado de ser lo más “igualmente diferentes” posible y tratamos, irónicamente de parecernos más y más a otros países dejando nuestra cultura y tradiciones para celebraciones especiales, las convertimos en “folklor” para incluirlas de alguna manera en nuestras sociedad contemporánea.

De los festejos de independencias, todos nos vamos a festejar algo maravilloso: ¡Nos descubrieron! ¡Hey! ¡Qué alegría! ¡Estábamos tan perdidos que necesitamos de un navegante, algo necio, terco y despistado, para que nos descubriera chocando de narices contra un continente. En octubre todos, ahora sí incluyendo a Estados Unidos, festejamos el descubrimiento de América. Todavía hoy en día pienso en la gran suerte que tuvimos en ser descubiertos, porque de lo contrario, seguiríamos siendo “tierras lejanas propias de la imaginación”. Para unos es el día de Colón, para otros el día de la Raza. Honestamente me gusta más el día de Colón, con el otro me siento con cierto pedigrí que no sé si realmente tengo o no.

Pero más allá de todo, lo curioso es que cuando estamos lejos, es cuando más hermanos nos sentimos. Si estamos en cualquier lugar de Europa, inmediatamente volteamos al escuchar que alguien habla en castellano. No importa si estamos hartos y cansados de la fila y molestos por pagar 15 Euros para todo, nos alegramos y empezamos a charlar y tratar de averiguar de qué lugar proviene la persona. (Y para lo que nos gusta el chisme a los mexicanos…). Es ahí cuando realmente aquellos sentimien tos de unidad afloran, cuando realmente nos sentimos como parte de un continente. ¿Pero por qué tenemos que esperar a estar del otro lado de un océano para fortalecer los lazos de hermandad? No sé la respuesta, pero quizá alguno de ustedes sí. Si es así, por favor compartan la respuesta para encontrar una solución. Empecemos con el orgullo de ser latinoamericanos en casa y qué mejor ejemplo tenemos en nuestro medio como es: El Congreso Latinoamericano del Aerosol.

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