“… Desde mi teléfono no tan inteligente” (1ra. de dos partes)
¿En qué momento dejamos a un lado los abrazos y los cambiamos por un “like o me gusta”? ¿En qué momento dejamos de emocionarnos por una llamada telefónica de cualquier amigo o familiar y lo cambiamos por un mensaje de texto? ¿En qué momento dejamos de reunirnos para compartir experiencias y las dejamos por un “share o compartir”? ¿En qué momento dejamos de informarnos bien antes de emitir una opinión y nos convertimos en retransmisores de mensajes masivos?
Una característica de los seres humanos es que podemos, supuestamente, transmitir sentimientos y mensajes de una manera más clara que otros animales, peor por lo que puedo leer y percibir; los seres humanos nos estamos deshumanizando poco a poco, y esta situación parece no tener freno. Lo grave es que sin darnos cuenta, lo estamos viendo o asumiendo como tanta naturalidad como una parte de nuestra evolución. Hemos dejado de ser protagonistas activos en la vida diaria para convertirnos en personajes “de reparto” en una cotidianeidad. Revisamos las páginas, blogs o perfiles de aquellos que de repente recordamos que tienen cierta relación con nosotros. Vemos sus fotos, admiramos lo que comen y sabemos qué lugares visitan. Hasta sabemos si el niño ya no usa pañales y puede ir solo al baño.
Con el ajetreo del día, leemos rápidamente y tratamos de devorar la mayor cantidad de información posible. No nos podemos quedar atrás en el gossip social, pero hemos perdido esa selectividad que es característica, o lo era hasta hace poco, de nuestra capacidad de discriminar la información necesaria de la innecesaria.
Pienso que ante la inevitable y veloz evolución en la comunicación, nos debemos de preparar para enfrentar tres grandes fenómenos: los “me gusta”, “compartir” y la “opinión pública desinformada”.
El “me gusta” ha sustituido una gran cantidad de palabras que antes usábamos. Si escribimos una nota sobre alguna situación personal difícil o alguna situación que nos genera felicidad, podemos recibir un sin número de “me gusta”, pero no sabemos si a la persona que nos dio ese “me gusta” se refiere a que nos apoya y está con nosotros, si tiene cierto humor negro y le causa gracia la situación, si simplemente quiere hacerse presente o si nada más picó el botón por instinto. No hay nada que pueda consolar, solidarizarse o festejar más a una persona que un abrazo en vivo. Entiendo que con las “prisas” de nuestro día a día ya es más difícil tomarnos el tiempo de abrazar a las personas, pero no dejemos de hacerlo cuando tengamos la oportunidad.