¿Y si cambiamos el orden de las cosas al empezar una historia?…

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Las historias de las personas, grupos sociales, países y demás tipo de agrupaciones nos pueden dar una enseñanza si aprendemos a verlas desde otro punto de vista. Es muy sencillo; en América Latina tenemos la historia de “fuimos conquistados por los españoles o portugueses”, en América del Norte “fuimos colonizados por los franceses, los británicos y los españoles”, en África, Medio Oriente y Asia, bueno ahí sí está más difícil su frase “fuimos colonizados y conquistados por Francia, Gran Bretaña, Portugal, Alemania, Bélgica, Estados Unidos, Italia, España, Rusia, etc…”

Aún en el plano personal muchas veces solemos empezar nuestras historias con un cierto derrotismo o decepción, como si el punto de partida fuera necesariamente negativo. Nuestras historias comienzan a partir de un “tengo un problema y no encuentro cómo solucionarlo”, “hay una preocupación que me tiene inquieto”, “cuando yo era joven podía hacer muchas cosas”, “cuando sea grande podré arreglar los problemas a mi modo”, bueno, ¿Cuántos no empezamos una historia como esta? “Mamá, ¿por qué el almuerzo de mis compañeros es más sabroso que el mío? A mis amigos sí les ponen cosas ricas en sus loncheras”.

En fin, podríamos contar una infinidad de historias que inicien de una manera similar a las que presenté. Podríamos pasarnos toda una tarde consumiendo café y cigarrillos platicando historias así. Claro, no puedo negar que ese tipo de historias también promueven que uno se tome una muy buena copa de vino con sus amigos y se torne el momento en una fiesta, pero ese es otro caso. No niego que empezar una historia así conlleva cierto morbo y despierta nuestro interés, pero al contar una historia de esa manera nos damos por vencidos o derrotados desde las primeras palabras.

Si empezamos a contar una historia desde el punto de vista de las maravillas de las civilizaciones precolombinas, desde el asombro de los avances tecnológicos y científicos de las culturas del Medio Oriente y Asia, desde el increíble respeto de las culturas nativas de Norteamérica por la naturaleza y su convivencia con ella, desde el punto de vista de que somos producto de un mestizaje que nos ha enriquecido en muchos sentidos, ¿No sería entonces diferente el enfoque que tenemos de nosotros mismos?

¿Si empezamos a platicar desde el punto de vista sobre todo lo que nos asombraba en la primaria, desde aprender los colores y lograr memorizar la “tabla del 7” , desde cómo nos sentíamos orgullosos de nuestros primeros dibujos que toda mamá colocó en el refrigerador? En mi caso eran horrendos, pero… gracias mamá por hacerme sentir un artista.

¿Si en lugar de empezar con una historia de fracaso al perder un trabajo o una licitación empezamos con la historia de lo mucho que aprendimos de ese trabajo y lo útil que nos va a ser para el siguiente o la gran oportunidad de medirme con mis competidores y ver mis áreas de mejora para prepararme mejor para la siguiente licitación?

Si en lugar de iniciar nuestra historia del día inicia con un “¡Que mal! ¡Me levanté con el pie izquierdo! La iniciamos con un “¡Qué maravilla, mis dos pies funcionan!” vamos a poder disfrutar más de la vida y vamos a generar historias que inicien de otro modo y cuyas conclusiones van a ser muy distintas a las que estamos acostumbrados a escuchar o contar. Los invito a iniciar sus historias desde otro punto de vista.

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