Las empresas y su economía frente al desafío de la pandemia

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Argentina y el mundo recorren un momento de zozobra. Las certezas son pocas y los interrogantes, demasiados. Estamos ante una situación inesperada. Los argentinos estamos acostumbrados a vivir al  lo en lo económico. Sin embargo, esta pandemia nos propone una novedad: afecta también nuestros sentimientos más profundos. La incertidumbre, que se extiende no sólo al campo sanitario sino también al económico, nos impone un curso de acción ineludible: el discurso empresario debe uni carse.

Muchos dirigentes empresarios participan en múltiples instituciones que juegan un rol activo en el planteamiento de la problemática del sector frente a las autoridades estatales. Corren detrás de la urgencia de un sector productivo cada vez más deteriorado. Todas, incluso sin proponérselo explícitamente, dicen lo mismo, con muy pocas diferencias. Por eso, resulta fundamental que todas las entidades de cúpula integren un Comité de Crisis Institucional donde sea posible elaborar esa representación homogénea tan necesaria en estos tiempos.

Lo delicado de la situación amerita un esfuerzo extraordinario como el antedicho. Estamos en emergencia. Debemos enfocarnos en sobrevivir hoy, lo que no significa esperar un milagro para el día de mañana. Porque el futuro, luego de la pandemia, continuará siendo difícil. El temor a perder seres queridos y las inconmensurables pérdidas económicas significarán un cimbronazo que dejará huellas. Quizás no todos tengan inconvenientes en sus empresas, pero resultarán golpeados en otros aspectos. O, tal vez, ocurra al revés.

A lo que ocurre en el territorio nacional, debemos incluir la mirada sobre lo que acontece en países vecinos como Brasil, donde la pandemia parece avanzar a un ritmo incontrolable ante la inacción del Gobierno Federal. Tal vez la decisión de priorizar el desenvolvimiento económico por sobre el sanitario termine recalando en mayores complicaciones productivas y financieras, que, sin lugar a duda, impactarán localmente.

La inestabilidad de la que hablamos vuelve di cultosa la conducción de la empresa. Enfrentamos los reclamos de nuestro personal, que precisa acceder a su salario en tiempo y forma como lo venían haciendo hasta el momento. Las industrias que estarán un mes (o más) sin trabajar producto de la cuarentena obligatoria, ¿Cuánto podrán soportar este escenario? Si uno observa más adelante, en unos tres o cuatro meses, las empresas que sigan funcionando, encontrarán otro escollo en el camino: la falta de abastecimiento. Para ese entonces, algunos de sus proveedores habrán desaparecido y la materia prima importada ya se habrá consumido.

Dentro de este contexto esquivo, ¿Dónde está parada cada empresa desde el punto de vista económico? Poseen una caja con cuentas a cobrar que no saben cuándo, cheques en cartera cuyo devenir desconocen. También, algunas tienen el peso de haber entregado a sus proveedores cheques diferidos después del 19 de marzo, fecha de inicio de la cuarentena. La gran mayoría contará, en consecuencia, con una cadena de pagos cortada, que traerá aparejados problemas de abastecimiento.

Nuestro país tiene el adicional de una grave situación social: un alto nivel de economía no registrada y una gran cantidad de asalariados informales. Los números de pobreza y desempleo tampoco son alentadores. Sin embargo, quizás, este escenario caótico sea la oportunidad de tomar medidas osadas.

Será posible que el Gobierno Nacional decida avanzar hacia una bancarización total para agilizar las relaciones económicas y disminuir la informalidad. Además, tal vez sea la ocasión de bajar los impuestos y emprender una reforma laboral, apoyada por el mismo sindicalismo, temeroso del aumento de la desocupación. Incluso, como nunca lo hubiera pensado una administración peronista, se subsidiará seguramente a las grandes empresas (como ya lo está haciendo fuertemente con las petroleras), especialmente a las que brindan servicios públicos. Hasta se podrá uni car el dólar, ante la escasez de recursos para hacerse de divisas. Hasta es posible una moratoria impositiva por los meses de marzo, abril y mayo, que ya fue anunciada, y un blanqueo de capitales orientado a destinar mayores recursos a la producción.

A modo de conclusión, debemos tener algo en claro: en algún momento, las ayudas y salvatajes estatales cesarán y nos veremos obligados a enfrentar la realidad.

Lamentablemente, no habrá salvavidas para todos. En mi modesta opinión, recién a partir de octubre de este año podremos vislumbrar el estado de situación y el camino a seguir. Algunos sobrevivirán, otros caerán, pero, también, aparecerán en escena otras actividades hoy imaginadas.

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