La ciencia devuelve el azul: la capa de ozono muestra signos firmes de recuperación
Durante décadas, la capa de ozono fue el termómetro invisible de nuestra relación con la atmósfera. En los años ochenta, cuando el mundo descubrió la magnitud del agujero sobre la Antártida, la alarma científica se transformó en un punto de inflexión para la acción global. Hoy, cuarenta años después, la historia da un giro esperanzador: la capa de ozono se está recuperando, y 2024 fue el año que confirmó, con evidencia científica, que el planeta puede sanar cuando la ciencia y la cooperación internacional trabajan en la misma dirección.
Según el Boletín sobre el Ozono y la Radiación Ultravioleta 2024 de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el agujero de ozono registrado este año fue menor que en los años anteriores, una señal alentadora que refleja tanto las fluctuaciones naturales de la atmósfera como los efectos positivos de más de tres décadas de políticas ambientales concertadas.
“Hace 40 años las naciones decidieron escuchar a la ciencia y actuar juntas. Hoy, la capa de ozono se recupera gracias a esa decisión”, recordó António Guterres, secretario General de la ONU, durante la conmemoración del Día Mundial de la Capa de Ozono, el pasado 16 de septiembre.
De la alarma científica a la acción global
El 2024 marcó también el 40º aniversario del Convenio de Viena, el tratado que en 1985 sentó las bases de la cooperación internacional para proteger la capa de ozono. Este acuerdo dio origen al Protocolo de Montreal, considerado hoy el instrumento ambiental más exitoso de la historia, al haber permitido eliminar más del 99% de las sustancias que destruyen el ozono utilizadas antiguamente en refrigerantes, espumas, aerosoles y equipos de aire acondicionado.
Gracias a esta eliminación progresiva, la capa de ozono avanza hacia su recuperación total, y los modelos científicos proyectan que volverá a los niveles de 1980 hacia mediados de este siglo: alrededor de 2040 en la mayoría del planeta, 2045 en el Ártico y 2066 sobre la Antártida.
La OMM subraya que este progreso no es casual: es el resultado de una vigilancia atmosférica sistemática, cooperación científica y cumplimiento regulatorio continuo. De hecho, los científicos detectaron que el agujero de ozono se formó más lentamente este año y alcanzó su máxima extensión el 29 de septiembre, con 46.1 millones de toneladas de masa de ozono en déficit, una cifra inferior al promedio del periodo 1990–2020.
“Esta formación más tardía y su recuperación más rápida son signos claros de mejoría”, explica el boletín. “El ozono estratosférico está respondiendo positivamente a las medidas globales adoptadas”.
Un ejemplo del poder del multilateralismo
El informe de la OMM, publicado en coincidencia con el Día Mundial de la Capa de Ozono, lleva un mensaje contundente: cuando la ciencia guía la acción, los resultados se vuelven tangibles.
El Convenio de Viena y el Protocolo de Montreal son el espejo de cómo la cooperación global puede revertir daños ambientales que parecían irreversibles. La actual secretaria general de la OMM, Celeste Saulo, lo resume con una frase que sintetiza el espíritu de la comunidad científica: “De la ciencia a la acción global. Así se transforma el conocimiento en soluciones.”
El boletín destaca también la Enmienda de Kigali (2016), un paso posterior que busca reducir eluso de hidrofluorocarbonos (HFCs) —potentes gases de efecto invernadero— utilizados como sustitutos de las sustancias que agotaban el ozono. Hasta la fecha, 164 países han ratificado esta enmienda, y se estima que su aplicación evitará hasta 0.5 °C de calentamiento global antes de fin de siglo.
El rol de la ciencia y el monitoreo continuo
Detrás de este logro hay una lección fundamental: sin monitoreo constante, no hay política ambiental efectiva. La OMM, a través de su Programa de Vigilancia de la Atmósfera Global (VAG), coordina redes de observación que garantizan la calidad de los datos y la colaboración entre científicos de todo el mundo.
El boletín recuerda que este enfoque colaborativo —basado en calibración estandarizada, intercambio abierto de información y formación continua— es una de las razones por las cuales el Protocolo de Montreal se convirtió en un modelo de éxito.
“El Protocolo de Montreal es un triunfo, pero su éxito depende de mantener el monitoreo riguroso del ozono y de las sustancias sustitutas. Solo así evitaremos retrocesos”, advirtió Matt Tully, presidente del Grupo Consultivo de la OMM sobre el Ozono y la Radiación Ultravioleta Solar.
Un triunfo ambiental con impacto humano
La protección de la capa de ozono no solo es un asunto atmosférico: es una victoria directa para la salud pública y la agricultura. Con menos radiación ultravioleta penetrando la atmósfera, disminuye el riesgo de cáncer de piel, cataratas y daños inmunológicos, además de proteger cultivos y ecosistemas marinos sensibles.
La OMM vincula estos avances con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), destacando su impacto en el ODS 3 (Salud y bienestar), el ODS 13 (Acción por el clima) y el ODS 15 (Vida de ecosistemas terrestres). En términos simples: proteger el ozono también es proteger la vida.
De vuelta al cielo azul
Cuatro décadas después de que la ciencia encendiera la alarma, la historia de la capa de ozono es la prueba de que la cooperación internacional sí funciona. El trabajo conjunto de investigadores, gobiernos y organizaciones demuestra que los grandes desafíos ambientales pueden revertirse con tiempo, disciplina y compromiso global.
En 2024, el planeta celebra un cielo más saludable y un futuro más protegido. Pero la lección es clara: no hay lugar para la complacencia. La recuperación del ozono no significa el fin del esfuerzo, sino el comienzo de una nueva etapa en la que la ciencia y la industria —incluida la del aerosol— deben mantener su papel como aliadas del cambio.
Porque si algo ha demostrado este capítulo, es que la ciencia, cuando se traduce en acción, puede literalmente salvar el cielo.