Collage cultural o multiculturalismo puro
¿Pavo con disfraz de bruja conduciendo un trineo o conejo repartiendo corazones de chocolate gritando ho, ho, ho?
Bien o mal, ya en esta época el negar que vivimos en un mundo interconectado, pero sobre todo multicultural; es más que imposible. Hace no más de dos décadas ya considerábamos a una persona como internacional por el hecho de manejar dos idiomas y viajar de vez en cuando fuera de sus países. Las empresas, según recuerdo durante mis estudios en la universidad, lo cual también fue hace mucho tiempo si lo medimos en años “versiones de iPhones”, se clasificaban en: internacional; por el hecho de realizar una venta o una importación del algún producto a o de otro país. Transnacional, por el hecho de realizar varias transacciones con otra empresa extranjera durante un año. Multinacional, si se tenían sucursales en otros países y el ideal utópico era llegar a ser una empresa global, con presencia en gran parte del mundo.
La realidad es que no podemos negar que ya en todos los aspectos estamos en un mundo globalizado, pero no solo en cuestiones comerciales, también culturales y, como personas, nos tenemos que volver multiculturales, es decir; aprender, tolerar, y convivir entre diferentes culturas, sin establecer juicios de valor en ningún momento. Quizá no seamos nada buenos en tolerar y convivir, pero en lo que sí nos estamos homologando muchas sociedades es en las distintas festividades. No importa la denominación religiosa, política o social, (no me refiero a la denominación de origen de un buen vino tinto), para la “pachanga” como decimos en México, no ponemos ningún pero.
Quisiera pensar que yo soy una persona multicultural, pero hay veces que ya mi mente no da para tantas combinaciones y mezclas al grado de tener un “collage cultural” en mi cabeza. Creo que esto se debe también a la naturaleza que tenemos como latinos. Se dice que los latinos somos de muchas fiestas y festejos, de grandes expresiones de afecto y también de “desafecto”, y eso me queda claro; sean fiestas propias de nuestra cultura o ajenas, nosotros nos encargamos de hacer una combinación, como bufete de un restaurante de un hotel “todo incluido”.
Festejar no tiene nada de malo, como tampoco lo es asimilar otras festividades, pero llega un punto de saturación, en el cual ya es difícil manejar tanta felicidad y tampoco hay bolsillo que aguante el gasto de dar un presente u ofrecer una fiesta tan seguido. No le damos oportunidad a Cupido de cambiarse el pañal, cuando el Conejo ya está corriendo apurado con sus huevos (de pascua), sólo para no ser aplastado por algún sindicato que festeje el Día del Trabajo. Claro que hay una lógica, y orden en todo esto, para calmar el clamor popular, nada como una madre en mayo y en caso de algunas suegras o suegros, después viene Halloween para algunos y, para los que no la libraron; el Día de Muertos. La cacería sigue, pobres catrinas, vampiros y brujas que los persiguen los pavos con mosquete del día de gracias, para que después, ese mismo pavo, si sobrevivió al día de gracias, termine en la mesa, preparado y rellenado, por obra y gracia del simpático gordinflón que trae regalos en diciembre.
Aquí mi duda es si no podríamos mejor juntar varias celebraciones en una misma, seríamos ejemplo de unidad cultural. Qué bonito sería ver al Conejo de Pascua disfrazado de monstruo conviviendo con los renos del gordinflón, haciéndole bromas a Cupido y a la vez abriendo regalos mientras comen un rico pan de muertos, mientras que la “madre” se toma un ponche con los sindicatos y el gordinflón, bueno el gordinflón seguiría con su ho, ho, ho para amenizar el convivio. Eso… sí sería multiculturalismo puro.