¿Y si los productos en aerosol fueran como nosotros los seres humanos?

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(1ra. de dos partes)
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Les aseguro que quiénes han tenido hijos, sobrinos o simplemente visto un nacimiento (no me refiero a las figurillas de navidad), y las empresas que han lanzado productos en aerosol, seguramente comprenderán el porqué de la pregunta. Comparemos cuatro etapas de los seres humanos con las de un aerosol.

El nacimiento o la esperanza

Al primer grupo social primario al que pertenecemos todos es la familia. Queramos o no queramos, todos nacemos en una familia. Así como hay alegrías cuando llega un nuevo integrante al núcleo familiar, surgen expectativas que van desde que el pobre recién nacido va a ser un futbolista estrella hasta la científica más renombrada y galardonada. Antes de que el neonato tenga oportunidad de ensuciar su primer pañal, ya tiene todo un futuro previsto por sus padres. Si el niño o la niña no cumple las expectativas, entonces seguramente será porque o se parece a la madre o al padre, según quien logre culpar antes a quién.

Así mismo pasa cuando llega un nuevo producto en aerosol, los usuarios pensamos que va a sustituir a todos los demás productos, que todo lo que estaba envasado de otra manera es obsoleto y que ese nuevo producto en aerosol es mejor que los anteriores. Es recibido con fiesta y música por todos los marketers. Los diseñadores, los químicos y los técnicos, se sienten orgullosos del nuevo producto y todos desean tener la paternidad del mismo. Si el producto tiene éxito, entonces el dueño de la marca se siente de lo más orgulloso, si el producto no tiene el impacto esperado, se busca a quién culpar, y seguramente acaba siendo el responsable el empleado que empacó el producto.

La infancia

Todos nosotros durante nuestra infancia vamos perfilando nuestra personalidad, nuestras capacidades y habilidades. Algunos como yo, resultamos un poco más torpes que otros, tropezando con un árbol, cayendo en el único hoyo que exista en la calle o frenando con la cabeza al no poder detener la aceleración de los patines en una bajada. Otros, desarrollan otras características que los hacen más hábiles y se vuelven niños exploradores expertos en emergencias, excelentes artistas (según sus madres), los mejores atletas (según sus padres) o los niños que dominan una escena, sea cual sea.

Un producto que lleva poco tiempo de haber sido lanzado al mercado (por no decir de reciente parto) pasa casi por las mismas etapas. Tiene que demostrar que es útil, que está cumpliendo con su objetivo primordial y mientras sus desarrolladores demuestran con lágrimas de alegría su crecimiento en ventas, los vendedores se muerden las uñas esperando que ese crecimiento sea sostenido y constante. O sea, que se convierta en el producto estrella (Sin alusión directa a la matriz BCG). Esperan con ansia que el producto destaque de entre otros similares, casi como cuando durante el festival de primaria se espera que nuestra hija disfrazada de abejita sobresalga de las otras cien abejitas regordetas que dan vueltas sin sentido. El nuevo producto, en sus primeros meses tiene que cautivar al público, ya después es muy tarde. Nos tiene que «coquetear» desde el anaquel, a pesar de estar colocado entre muchos otros productos similares.

Y así, esperando haber despertado en ustedes curiosidad por las siguientes etapas, terminamos con la primera parte de esta columna “Partículas al aire” y me despido agradeciéndoles su tiempo de lectura y deseando que lean con gusto la continuación en la próxima edición de ¡AEROSOL la revista!

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