Cuando la “juventud desenfrenada” se da cuenta que está frenada

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Me gusta mucho la expresión de “la juventud desenfrenada”. Es una expresión que creo que muchas generaciones, en especial a partir de los años 50’s han utilizado para definir su ímpetu y empuje. ¿Cuántos de nosotros no nos sentimos parte en algún momento de un movimiento social que manifestara y exigiera un cambio? Y, si no fue por un tema serio al menos lo fue para llamar la atención de “los mayores” hacer pegar tremendos corajes a uno que otro papá, abuelo o profesor.

Por otro lado, todos somos productos de alguna “juventud desenfrenada”. Advertencia, no se asusten, no me refiero a “pasiones desenfrenadas”, sino que me refiero a que nosotros crecimos como producto de algún desmán o desorden que hayan causado las generaciones anteriores a la nuestra. Reconozco que soy el producto de aquella “juventud desenfrenada” que se enfrentó por primera vez a un sistema político de manera abierta y retadora, soy el producto de aquella “juventud desenfrenada” que por primera vez se opuso a seguir bajo un régimen económico hegemónico. Soy también, el producto de esa “juventud desenfrenada” que se atrevió a romper todas las normas de lo que se consideraba arte y cultura generando la contra-cultura o “cultura pop”, pero sobre todo, soy el producto de una “juventud desenfrenada” que no se cansó de trabajar y construir una sociedad más justa.

Pertenezco a una “juventud desenfrenada” que no encontró algo que la frenara. Pertenezco a una “juventud desenfrenada” que disfrutó de lo que las generaciones anteriores lograron. Son parte de esa “juventud desenfrenada” que tuvo tiempo de preocuparse por temas ambientales y culturales. Pertenezco a una “juventud desenfrenada” que se pudo dedicar al hedonismo y a la acumulación de bienes. Nuestro “desenfreno” fue conocer nuevas tecnologías, nuevos inventos, permitirnos soñar lo que nos esperaba el futuro. No nos dimos cuenta que poco a poco, nuestra “juventud desenfrenada” se fue frenando y se quedó estancada.

La paradoja radica en que al no haber un freno ante la “juventud desenfrenada”, no hubo una motivación por la cual desenfrenarse.

Veo y leo a la juventud de hoy y me doy cuenta que mi generación es culpable de haberse frenado a sí misma. Culpamos a diversos actores de haber creado una sociedad vacía y sin motivación. Creamos un catálogo de clasificaciones para tratar de entender lo que pasó y sucedió y le damos ciertas características a cada una de ellas. (Generación: Interbellum, Grandiosa, Silenciosa, Baby Boomers, X, Y, y Z). ¿Se lee hasta aberrante, ¿no? ¿Qué seguirá después de la Z? ¿Qué pensaría la “juventud desenfrenada” de los 70’s si supiera que ya ni letras tenemos para clasificar a las generaciones?

Retrocedimos en la evolución social para nuevamente enfrentarnos a problemas de desinterés, apatía e indolencia. Justificamos nuestros errores culpando a la “juventud frenada” de hoy. Los “nini” por ejemplo, los criticamos, pero no reconocemos que son el producto de las generaciones previas. Lo que necesitamos, y nos urge, es “desenfrenar a la juventud”. Permitir que vayan más allá de compartir imágenes de animales lastimados y de videos por periscope, y se vuelvan activistas, que den lata, que hagan ruido, que tengan ideales propios, pero sobre todo que tengan una identidad y un rumbo que los caracterice como generación.

Si seguimos con el desencanto en las generaciones, la expresión de “juventud desenfrenada” quedará como una expresión en algún documento histórico. No les heredemos nuestro confort del freno que nosotros mismos nos pusimos.

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