Disculpen, pero no me alcanzó el tiempo

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Hay veces, como el día de hoy, que siento que Cronos se ha tomado demasiadas tazas de café. Me sorprende lo rápido que siento que la vida va pasando. Pero no creo ser la única persona que se sienta igualmente sorprendida. En las noticias escucho «ya se acabó el año”, “vamos ya en la última recta del año”, “se nos fue el 2016”. Estamos en pleno mes de octubre y ya sentimos que el año está por terminar.

¿Qué es lo que hace que tengamos esta percepción del tiempo? ¿Será que estamos impacientes a que salga una nueva versión de un teléfono no inteligente? ¿Será que es insoportable la espera del estreno de los nuevos episodios de las 458 series en Netflix? ¿Será que ya no es suficiente estar al pendiente de las nuevas actualizaciones del Windows que antes nos causaban tanta emoción y corajes? ¿Será quizá que queremos que los niños ya sean adolecentes, los adolescentes adultos y los adultos, hmm ahí me detengo? Quisiera tratar de entender en qué momento el tiempo se volvió un activo tan valioso en nuestras vidas. Claro que siempre le hemos dado valor, pero le dábamos un valor más humanista. Vivir la vida, disfrutar cada momento, tomar el tiempo necesario para convivir, y demás frases que ahora solo leemos en memes y en presentaciones virales por internet y que nos remontan a tiempos tan lejanos como cuándo lo importante era terminar las actividades al ponerse el sol para descansar y disfrutar de la compañía, ya fuera de personas o de un buen libro.

Ahora es cada vez más común escuchar que no nos alcanza el tiempo, que se nos está acabando el tiempo, que el tiempo ya no rinde lo que antes. ¿En verdad será cierto? ¿El tiempo antes no era tiempo? Podemos medir el tiempo de varias formas, por ejemplo: conjunto de experiencias, recuerdo de momentos o etapas por las que hemos pasado. Pero, también lo podemos medir en minutos, horas, días, meses, año y siglos, que es la forma más común de periodizar nuestras vidas. Al parecer lo nuevo es medir el tiempo de diferente manera: tiempo aire del teléfono no tan inteligente, cantidad de megas navegando por ahí cada segundo, kilómetros avanzados en un día congestionado (como lo son todos los días), pokemones atrapados, mensajes de texto escritos por Whatsapp, likes y comentarios leídos en FB y fotos subidas vía Instagram. En las oficinas el tiempo se mide por correos leídos o eliminados sin leer, por llamadas atendidas, llamadas perdidas y por tazas de café bebidas. En las familias, lo medimos por la cantidad de viajes que hacen las mamás para llevar a sus hijos a la mayor cantidad de actividades extra-académicas, por la cantidad de veces que se asea la casa, por la prisa en remodelar y cambiar la pantalla, antes plana, luego de plasma y ahora “Smart”.

“Time is money” nos dicen siempre y al parecer ya le hemos dado más importancia al valor monetario del tiempo, que al valor humano. Sí hay que ser productivos. Sí hay que aprovechar al máximo las horas del día. Sí hay que dar resultados. Más, no olvidemos que nuestro tiempo, al igual que el dinero, es limitado y si no lo aprovechamos al máximo y lo invertimos correctamente, simplemente lo habremos de haber “dejado pasar” sin sentido alguno.

Prefiero un epitafio que diga “Vivió durante el tiempo que estuvo aquí” a uno que diga “No le dio ni tiempo de vivir. Como dicen: “hay que darle tiempo al tiempo”. Si la medición del tiempo se establece por los seres humanos, podemos entonces vivir con tiempo, a nuestro tiempo y en tiempo.

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