Carmen Siepermann de Pons—Una historia de vida en la industria venezolana del aerosol
Sus padres fundaron la empresa en 1970 en un galpón alquilado, donde trabajan ellos dos y un empleado. Actualmente es la segunda más grande de la industria venezolana del aerosol.
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Carmen Martha Siepermann de Pons es gerente general de la empresa venezolana Spray Química, cuya actividad es la producción de aerosoles de marca propia así como para otras firmas importantes reconocidas internacionalmente, entre las que se encuentran Bayer y OBao.
Junto con su esposo, José Ignacio Pons, actual presidente de la empresa, participa en el Comité Técnico de la Federación Latinoamericana del Aerosol (FLADA), así como en la Cámara Venezolana del Aerosol (CAVEA), de la que son dirigentes distinguidos por su participación sobresaliente en el impulso al desarrollo de la industria del sector en su país.
¿Cómo fue tu entrada a la industria del aerosol?
Vengo de una familia que en principio no tenía nada que ver con la industria del aerosol porque mi padre era ingeniero químico en la industria textil y mi madre ingeniero químico y contabilista, pero, cuando mi padre salió de sector textil, unos amigos que habían fracasado en la actividad del aerosol, le ofrecieron en venta sus máquinas y así, en 1970, empezaron ellos dos y un obrero en un galpón alquilado.
En un principio, por su formación, ellos mismos desarrollaron las formulaciones de los primeros productos de Spray Química que pronto se posicionaron en el mercado porque eran muy prácticos. Se trataba de desengrasantes, limpiadores, anti-óxidos y otros productos que mis padres los dieron a conocer como “El ayudante del marinero”, “El ayudante del mecánico”, “El ayudante del electricista”, etc.
En aquellos años, había en Venezuela un producto en aerosol muy conocido que se llamaba “Caramba” y los comerciantes le decían a mi papá “Véndanos de su Caramba”.
Después se fabricó una silicona como desmoldante en la industria de los plásticos, limpiadores de carburadores, de motores de autos y otros, de tal manera que la empresa fue creciendo.
¿Y cuál era tu participación en la empresa?
Estudiaba computación en Caracas y la planta estaba en el poblado de La Victoria, que es una zona tradicionalmente industrial, a 90 kilómetros de Caracas, así que organicé mis horarios en la escuela para que me quedara un día libre y así poder suplir a mi papá, quien tenía que viajar a la capital para comercializar los productos de la empresa.
Durante un día a la semana, en esos años, yo trabajaba en el área de desarrollo de codificaciones, elaboración de los programas de control de producción, inventarios, nómina y otras actividades, lo que me permitió aprender mucho de la producción de aerosoles en todas sus áreas.
¿Cómo conociste a José Ignacio Pons?
Fuimos compañeros en la universidad. Aunque yo estudiaba ingeniería en computación y José Ignacio ingeniería química, había materias comunes, sobre todo las relacionadas a las áreas social y humanísticas, en las que coincidíamos, así que nos hicimos novios, pero un día se tuvo que ir a Estados
Unidos de Norteamérica, enviado por la Petroquímica de Venezuela a hacer una pasantía en Stanford y, al cabo de poco tiempo me ofreció matrimonio y me fui con él. Allá también hicimos una maestría juntos y, después de dos años que me había alejado de la empresa de mis papás, regresamos y empezamos a trabajar en el negocio familiar.
Cuando mi papá empezó a tener problemas con su salud, nos metimos con mayor fuerza a la empresa y, con todo y que mis padres llevaban bien la fábrica, le inyectamos juventud y hubo un mayor crecimiento.
Empresaria y participante en las instituciones de Venezuela y Latinoamérica de industria del Aerosol, nos cuenta la vida de una de las empresas más distinguidas del sector en su país.
¿Cómo fue el crecimiento?
Bueno, en 1978, cuando llegamos de Estados Unidos, había treinta trabajadores. Posteriormente llegamos a cien.
Mi papá, por su origen, tenía buenas relaciones con empresas trasnacionales de Alemania y eso nos ayudó a entrar bien a firmas reconocidas, de tal manera que comenzamos a maquilar productos para empresas importantes en Venezuela y en otros países.
Mi padre murió hace ocho años y ahora José Ignacio y yo somos propietarios y directivos de Spray Química, aunque mi madre, de 90 años, sigue siendo el alma mater del lugar. Ella lleva la parte contable y además es la base del cariño y la disciplina con que se trabaja en la empresa.
¿Cómo es trabajar en familia?
Para mi es enriquecedor. José Ignacio y yo n os conocemos desde 1971, entonces es muy bonito porque hay integración, con una sola mirada ya sabemos qué y cómo. Tenemos tres hijos, una mujer y dos hombres, que aunque no están metidos de lleno en Spray Química, han hecho pasantías en la empresa.
Por otro lado, los trabajadores son como nuestra familia. Tenemos gente que ha estado con nosotros desde hace treinta años, así es que, más que empleados, son parte de la familia. Siempre hemos considerado que la gente es importante, que los trabajadores de Spray Química son fundamentales en el desarrollo de la empresa.
¿Cuál es el producto en aerosol que le hace falta a América Latina?
Creo que cada pueblo tiene necesidades distintas. En Venezuela, por ejemplo, ahora se necesitan productos que ayuden al mantenimiento para evitar la adquisición de repuestos en menos tiempo. En otros países quizá necesiten más productos medicinales o de alimentación. Cada país sus propias necesidades.
¿Tu mayor orgullo?
Voy a ser egoísta, pero mi mayor orgullo es el reconocimiento por producir aerosoles de buena calidad y buen precio. Nuestro objetivo siempre ha sido ser los mejores. Nuestra vida es nuestra empresa, es quizá como nuestro cuarto hijo, por eso nos esforzamos y lo disfrutamos.
¿Qué le dices a la comunidad latinoamericana del aerosol?
Que sigamos creciendo, que nos sigamos esforzando, que continuemos unidos para que el aerosol se fortalezca cada vez más en el continente.