Pinturas en aerosol un gran reto

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La pintura en aerosol fue inventada en 1949, en Sycamore, Illinois, a un par de horas de Chicago, por el ingeniero Edward Seymor. A partir de entonces se ha convertido en gran opción en muchos ámbitos.

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Corre el año de 1949 y en una pequeña compañía de pintura en Sycamore, Illinois, a un par de horas de Chicago, un hombre de mediana edad se pregunta cómo demostrar de manera eficiente su nueva pintura de aluminio para radiadores. Él es el ingeniero Edward Seymour y, como le contó al New York Times décadas después durante una entrevista dedicada a su legado, después de varios días buscando el mejor modo de aplicar pintura, su madre le sugirió que usara una pistola de spray, como la que usaban los desodorantes e insecticidas de la época: Eureka. Mezcló un propelente transparente y la pintura en una lata con una válvula en la cabeza y así creó la pintura en aerosol, el modo más práctico de aplicar una capa tersa y constante de color sobre prácticamente cualquier superficie. El invento propulsó su nombre al grado de leyenda y se convirtió en la herramienta de técnicos y artistas por igual.

Viendo el potencial de este método aplicativo, industrias como la automotriz, marina o manufacturera, rápidamente lo implementaron en sus procesos de fabricación.

270 millones de latas

Hoy en Sycamore la planta de Seymour abarca más de veinte mil metros cuadrados y emplea a 150 técnicos altamente especializados. El invento sin embargo no quedó exclusivamente en manos de su creador; se calcula que para 1973 anualmente en Estados Unidos se fabricaban 270 millones de latas.

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La pintura en Aerosol está presente en el día a día de la industria y del público en general. Pocas veces un producto pasa a formar parte de la cultura de manera tan integral, pues la maleabilidad de la técnica asegura su utilidad en casi cualquier entorno.

Las variedades y los artistas

Las variables son infinitas y los artistas trabajan con la lata como si de una extensión de su mano se tratase. De acuerdo al trazo que quieren eligen distintas válvulas y se han convertido en expertos de cuestiones inimaginables, como la presión de la lata —que define la longitud y dispersión del trazo— la composición química de la pintura —de la que depende la tersura y textura de sus obras— o las distintas válvulas que ofrece la industria.

Más allá de posible uso ilegal que se le pueda dar, es corto de miras intentar culpar a la pintura en aerosol, como algunos políticos han pretendido en los últimos años. Culpar a la herramienta revela ignorancia sobre la increíble versatilidad de sus aplicaciones. Hoy, forma parte integral de las artes gráficas modernas.

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